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miércoles, 17 de octubre de 2012

Médicos británicos advierten sobre una pandemia que causará millones de víctimas.

 Según advierten algunos científicos, la nueva pandemia es inevitable y en los próximos cinco años podría causar una cantidad enorme de víctimas.
 Los médicos de Gran Bretaña alertan sobre la aparición de nuevos virus que animales e insectos pueden contagiarle al hombre, incluidos varios casos de enfermedades mortíferas.

 El virus Bas-Congo

 Así, recientemente en un hospital de Londres murió un hombre de 38 años con síntomas de una fiebre hemorrágica que actúa con rapidez, provoca altas temperaturas, dolores en los huesos, cólicos, vómito y hace que una persona se desangre hasta morir. De acuerdo con un estudio científico, al menos un 30% de los casos de esta enfermedad grave acaba con la muerte del paciente. Los médicos londinenses han dicho que el británico afectado por esta enfermedad pudo contagiarse del virus durante un viaje a la boda de su hermano en Afganistán, según escribió el diario británico ‘The Daily Mail’.

  A principios de octubre un grupo internacional de investigadores anunciaron que han descubierto un nuevo virus mortal que  acabó con la vida de dos adolescentes y dejó a otra gravemente enferma en la República Democrática del Congo. Este virus nunca visto antes probablemente fue el responsable de un pequeño brote aislado de fiebre hemorrágica aguda en el centro de África en el verano de 2009. Los investigadores han denominado a este patógeno mortal como Virus Bas-Congo (BASV), por la provincia del país africano en la que las tres víctimas vivían. 

 “Se nos fue muy rápido de las manos”

 Hace dos semanas, en la unidad de cuidados intensivos de otro hospital londinense, un virus causó la muerte de otro hombre, de 49 años de edad, afectado por altas temperaturas, toses, respiración dificultosa y algo que parecía muy similar a una neumonía atípica como la que causó en 2003 la muerte de unas mil personas. Según se aclaró, este paciente acababa de volver de Qatar. Los médico aseguran que se trata del portador de un nuevo virus respiratorio que se parece sospechosamente al SRAS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), que tan letal resultó durante el año 2003 en China, Hong Kong o Vietnam.

 El profesor John Oxford, virólogo experto de la Universidad Queen Mary de Londres, dijo que los resultados de las investigaciones eran muy sorprendentes: "El SRAS se nos fue muy rápido de las manos, infectando al personal del hospital". Según el virólogo británico, el SRAS es una seria infección respiratoria que generó un brote global en 2002. Se extendió desde Hong Kong a 30 países del mundo y mató a unas 800 personas. Aunque no ha sido erradicado, su propagación fue completamente contenida en 2003.

 ¿En vísperas de una nueva ‘gripe española’?

 Según los expertos en virología, se trata de la zoonosis: enfermedades que pueden transmitirse de animales a seres humanos. Los médicos afirman que la humanidad está en vísperas de una pandemia  y sus consecuencias podrían ser similares a la de la gripe de inusitada gravedad conocida como ‘gripe española’, a causa de la cual en el mundo murieron entre 50 y 100 millones de personas entre 1918 y 1920.

 Estos casos alertan a los médicos sobre el riesgo potencial de una nueva pandemia. El profesor Oxford predijo que en nuestro planeta se espera una pandemia muy grave por infecciones de zoonosis que podría afectar a la humanidad durante los próximos cinco años.

Fuente RT.

lunes, 15 de octubre de 2012

El imperio yanqui prueba con éxito otra super-arma de nueva generación.

 La Marina estadounidense ha probado con éxito su 'superarma del siglo XXI': el cañón electromagnético más potente del mundo.

 Se trata de la prueba del segundo prototipo de los dos cañones, capaces de acelerar proyectiles no explosivos hasta casi nueve veces la velocidad del sonido.

 Este arma electromagnética de largo alcance será capaz de disparar proyectiles metálicos de 5 pulgadas de tal modo que tardará menos de 6 minutos en acertar un blanco que esté a unos 350 kilómetros, al llegar a desarrollar una velocidad de entre 7.000 y 9.000 kilómetros por hora.

 En el mes de febrero la Marina ya probó con éxito el cañón de riel, construido por la empresa británica BAE Systems.


 Esta vez la Marina evalúa el producto de otra compañía, General Atomics, que desarrolla el mismo proyecto de una forma independiente.

 Según la Secretaría de Defensa de EE. UU., tal diversificación es una garantía adicional de que los plazos programados se cumplirán, aunque por ahora no se revelan diferencias detectadas entre ambos cañones.

 "Es emocionante ver cómo dos equipos diferentes entregan sus soluciones muy pertinentes y únicas", dijo Roger Ellis, director del programa EMRG (Electromagnetic Railgun), apuntando que el nuevo sistema cambiará drásticamente el modo de defensa de la Marina estadounidense.

 "El nuevo sistema cambiará drásticamente el modo de defensa de la Marina estadounidense"

 De acuerdo a los expertos, la ventaja principal de un cañón electromagnético es precisamente su funcionamiento sin explosivos, hecho que disminuye al mínimo los riesgos para la tripulación a la hora de usar el cañón. Entre sus otros valores están su fuerza destructiva, la alta precisión de los disparos y la distancia, equivalente a la de los misiles.  Se espera que la fabricación definitiva de esta arma innovadora de nueva generación esté lista para el 2017 y desde el 2025 forme parte del armamento norteamericano.   

Fuente RT.

El inicio de la guerra del terror de Estados Unidos: Los servicios secretos paralelos (2/3)

 Pienso que Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi posiblemente tuvieron protección desde el principio porque habían sido enviados a Estados Unidos por los servicios de inteligencia de Arabia Saudita (el GID, ver sitio oficial). Eso explicaría por qué, después de su llegada, parecen haber sido financiados de forma indirecta por la embajada de Arabia Saudita en Washington. Paul Church resume esos hechos en Asia Times Online (edición del 12 de febrero de 2012):

 «Entre 1998 y 2002, hasta 73 000 dólares en cheques bancarios fueron transmitidos por Hayfa bint Faysal, la esposa de [l embajador de Arabia Saudita en Washington, el príncipe] Bandar, a dos familias californianas conocidas por haber financiado a al-Midhar [sic] y a al-Hazmi (Bandar describió un día a George H. W. Bush y su esposa como ‘mi madre y mi padre’). […] La princesa Hayfa enviaba con regularidad pagos mensuales que iban de 2,000 a 3,500 dólares a Majeda Dweikar, la mujer de Osama Basnan –quien era un espía del gobierno saudita, según varios investigadores.

 Numerosos cheques estaban [también] destinados a Manal Bajadr, la mujer de Omar al-Bayuni, a su vez sospechoso de trabajar en secreto para el reino [saudita]. Anteriormente, las familias Basnan, al-Bayuni y los dos piratas aéreos del 11 de septiembre que habían vivido en el mismo inmueble en San Diego. Fue Omar al-Bayuni quien recibió a los asesinos cuando llegaron a Estados Unidos por primera vez y fue también él quien les proporcionó un apartamento y tarjetas de seguridad social (además de otras formas de ayuda). Incluso los ayudó a inscribirse en varias escuelas de pilotaje aéreo en la Florida.» [1]

 Si los dos sauditas habían sido realmente enviados por el GID, es prácticamente seguro que fueron admitidos en Estados Unidos en el marco de un acuerdo de enlace entre el GID y la CIA [2]. El príncipe Turki ben Faisal, ex director del GID, declaró que él mismo intercambiaba con la CIA sus informaciones sobre al-Qaeda y que en 1997 los sauditas «establecieron una comisión de inteligencia con Estados Unidos para intercambiar informaciones sobre el terrorismo en general y sobre […] al-Qaeda en particular» [3]. El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre agrega que, como consecuencia del paso al año 2000, se emprendieron reformas en el Centro de Contraterrorismo (CTC), lo cual incluía a Alec Station (la Unidad ben Laden de la CIA). En ese contexto, el CTC quería instaurar su plan, adoptado 6 meses antes, que consistía en «mejorar las capacidades de los servicios de seguridad extranjeros que habían proporcionado información a través del enlace» [4].

 Esa era una especialidad de Richard Blee. Steve Coll informó que Blee y su superior, Cofer Black, estaban muy entusiasmados con las posibilidades que se abrían gracias a los acuerdos de enlace, ya que permitían extender la influencia y la capacidad de acción de la CIA en regiones cruciales. Así que, en 1999, Cofer Black y Richard Blee volaron juntos a Taskent, donde negociaron un nuevo acuerdo de enlace con Uzbekistán [5]. Según Steve Coll y el Washington Post, aquel arreglo condujo al rápido establecimiento de un enlace de la CIA con la Alianza del Norte, en Afganistán, a través de Taskent [6]. Thomas Ricks y Susan Glasser reportaron en el Washington Post que después de los atentados con bombas contra las embajadas de Estados Unidos en Dar es Salaam y Nairobi, en 1998, «Estados Unidos y Uzbekistán realizaron discretamente operaciones secretas comunes tendientes a contrarrestar el régimen taliban en el poder en Afganistán, así como a sus aliados terroristas […], según los responsables de esos dos países» [7].

 Aquella implicación en Uzbekistán correspondía a un esquema regional mucho más amplio. Desde 1997, Estados Unidos había iniciado una serie de maniobras militares con las fuerzas armadas de Kazajstán, Kirguistán y Uzbekistán. Aquellos ejercicios simulaban un posible despliegue de fuerzas de combate estadounidenses en la región:

 «CENTRAZBAT’97, como se designaba, era claramente un test sobre la capacidad americana de proyección de fuerzas en la cuenca del Caspio en caso de crisis. ‘No existe sobre la faz del planeta ninguna nación que esté fuera de nuestro alcance’, declaró el general Jack Sheehan […] el oficial de más alto rango en este ejercicio. Y para quien tenga dudas sobre la naturaleza de nuestros intereses en esta región, Catherine Kelleher, quien acompañaba a Sheehan como asistenta del secretario adjunto de Defensa, citó ‘la presencia de enormes recursos energéticos’ como justificación de la implicación militar de Estados Unidos. La operación de 1997 fue la primera de una serie de ejercicios anuales [bautizados] CENTRAZBAT, concebidos para poner a prueba la rapidez con la que Washington podría directamente desplegar en esta región fuerzas basadas en Estados Unidos y emprender aquí operaciones de combate.» [8]

 En otras palabras, la actividad del Pentágono en Uzbekistán precedía en 4 años el acuerdo público firmado en octubre de 2001 por Donald Rumsfeld y el presidente Islom Karimov.

 Volvamos al acuerdo de enlace que Richard Blee y Cofer Black negociaron con Uzbekistán. Como ex diplomático que soy, permítanme observar aquí que un acuerdo de enlace probablemente habría requerido acreditaciones especiales para quienes estuviesen al tanto de ese arreglo y para quienes intercambiasen información en el marco de ese enlace [9]. Eso explicaría la exclusión de los agentes del FBI no autorizados a tener acceso a aquella información, así como el comportamiento de los demás agentes no acreditados de la CIA que seguían recogiendo y diseminando información sobre los dos supuestos piratas aéreos. El «grupo Alec Station» necesitaba a las dos categorías de agentes para proteger la doble identidad del tándem de sauditas, y para garantizar que el FBI no les arrestara, lo cual hubiese traído complicaciones.

 Es casi seguro que la CIA tenía importantes acuerdos de enlace, no sólo con el GID saudita y con Uzbekistán sino también con la Dirección de Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI, siglas en inglés de Inter-Services Intelligence). La CIA también había establecido acuerdos con los servicios de inteligencia de Egipto, y probablemente incluso con los de Yemen y Marruecos. Existen incluso razones para pensar que Ali Mohamed fue admitido para residir en Estados Unidos como agente de un servicio extranjero (probablemente egipcio) en el marco de algún arreglo de ese tipo [10].

 Mohamed era un doble agente cuyo arresto en Canadá había sido impedido por el FBI, lo cual le permitió organizar los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses. Figura simultáneamente entre las fuentes y el contenido del célebre Contacto Presidencial Cotidiano del 6 de agosto de 2001 (PDB, siglas en inglés de Presidential Daily Briefing), en el que la CIA avisó al presidente Bush de que «Ben Laden [estaba] decidido a atacar Estados Unidos» [11].

 Según Jack Cloonan, el enlace de Ali Mohamed con el FBI, «todas esas informaciones [contenidas en el contacto presidencial] venían de Ali», mientras que el PDB atribuía aquellos importantes descubrimientos a lo que «un agente operativo de la Yihad Islámica Egipcia (JIE, según sus siglas en inglés) declaró a un servicio [---]» [12]. (Es evidente que Ali Mohamed era miembro de la JIE y que el servicio en cuestión probablemente era egipcio), pero cuando Ali Mohamed fue inoportunamente admitido en Estados Unidos, al igual que Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, no fue la CIA sino «otra agencia federal» quien se hizo cargo de él [13].

 Probablemente se trataba de una agencia del Pentágono ya que, entre 1987 y 1989, Ali Mohamed «estuvo destacado en el [SOCOM, el] Comando de Operaciones Especiales [del ejército] estadounidense en Fort Bragg, la base de los Boinas Verdes y de Delta Force –la unidad de élite del contraterrorismo» [14]. El SOCOM, que incluye el Commando Mixto para las Operaciones Especiales (JSOC, siglas en inglés del Joint Special Operations Command), tiene su propia división de inteligencia [15]. Por otro lado, el SOCOM es el comando que estableció en 1999 el programa Able Danger para vigilar a los agentes de al-Qaeda, y que también detuvo ese mismo programa, sin la menor explicación, antes del 11 de septiembre y destruyó su base de datos [16]. Por otra parte, el SOCOM operaba en Uzbekistán con agentes de la CIA gracias al acuerdo de enlace que habían negociado Cofer Black y Richard Blee, ambos miembros del CTC, el Centro de Contraterrorismo de la CIA.

 Por todas esas razones, yo sugiero reconceptualizar lo que Kevin Fenton llama el anormal «grupo Alec Station». Pudiéramos considerar a esa facción como un equipo (o varios equipos) de enlace interagencias que disponía de acreditaciones especiales y que incluía miembros de Alec Station, colaboradores del FBI y probablemente elementos del SOCOM. (Uno de esos colaboradores era la agente Dina Corsi, agente del FBI que, según Fenton, ocultó información vital a su colega el agente Steve Bongardt, incluso después de que la NASA autorizara el acceso de dicho agente.) [17]

Obligado recuento: el Safari Club y William Casey

 Bajo diferentes formas, esos arreglos tienen su origen al menos en los años 1970. En aquella época, importantes oficiales de la CIA, tanto en activo como ya retirados (entre los que se encontraba Richard Helms), estaban descontentos por los cortes de personal que el director de la CIA Stanfield Turner había realizado bajo la presidencia de James Carter. En respuesta, organizaron una red alternativa conocida como Safari Club.

 Supervisado por los directores de los servicios de inteligencia de Francia, Egipto, Arabia Saudita, Marruecos e Irán (en aquel entonces bajo el poder del shah), el Safari Club se convirtió en una base para oficiales de la CIA que, como Theodore Shackley y Thomas Clines, habían sido marginados o despedidos por el director de la CIA Stanfield Turner. Como explicara después el príncipe Turki ben Faysal, el objetivo del Safari Club no era el simple intercambio de información, sino también dirigir operaciones secretas que la CIA no podía seguir realizando directamente a causa del escándalo del Watergate y de las reformas que se realizaron como consecuencia de aquel escándalo [18].

 En los años 1970, el director de la CIA William Casey tomó decisiones cruciales en la dirección de la guerra secreta en Afganistán. Pero todas aquellas decisiones se elaboraron fuera del marco burocrático de la CIA dirigida por Casey ya que habían sido preparadas con los directores de la inteligencia saudita –primeramente con Kamal Adham y después con el príncipe Turki ben Faysal. Entre aquellas decisiones podemos citar la creación de una legión extranjera destinada a ayudar a los muyahidín afganos que luchaban contra los soviéticos –en otras palabras, la creación de una red de apoyo que posteriormente conocimos como al-Qaeda cuando finalizó aquella guerra entre la Unión Soviética y Afganistán [19]. Casey puntualizó los detalles de aquel plan con los dos jefes de la inteligencia saudita y con el director del Bank of Credit and Commerce International (BCCI), el banco pakistano-saudita en el que tenían acciones tanto Kamal Adham como el príncipe Turki ben Fayçal.

 Al hacerlo, Casey estaba dirigiendo entonces una segunda Agencia, o una CIA de dos canales, construyendo con los sauditas la futura al-Qaeda en Pakistán, a pesar de que la jerarquía oficial de la Agencia, la que Casey tenía bajo su mando en Langley, «pensaba [con toda razón] que aquello era una imprudencia» [20].

 En American War Machine (edición francesa: La Machine de Guerre américaine), yo incluí al Safari Club y al BCCI en una sucesión de arreglos elaborados en el seno de una «CIA alternativa» o de una «segunda CIA» que databan de la creación, en 1948, del Buró de Coordinación Política (OPC, siglas en inglés de Office of Policy Coordination). Es por lo tanto comprensible que George Tenet, el director de la CIA en tiempos de George W. Bush, haya seguido el precedente de Casey y que se reuniera casi mensualmente con el príncipe Bandar, el entonces embajador de Arabia Saudita en Washington, sin revelar el contenido de aquellas conversaciones a los oficiales de la Agencia a cargo de los temas sauditas [21].

Peter Dale Scott, ex diplomático canadiense 
y profesor de inglés en la Universidad de 
California, es poeta, escritor e investigador. 
Sus principales libros de poesía son los tres 
volúmenes de su trilogía: Seculum: Coming to Jakarta:
 A Poem About Terror (1989), Listening to the Candle:
 A Poem on Impulse (1992), y Minding the Darkness:
 A Poem for the Year 2000. Además ha publicado:
 Crossing Borders: Selected Shorter Poems (1994).
 En noviembre de 2002 recibió el Premio Lannan de Poesía.
 Como orador contra la guerra durante las guerras
 de Vietnam y del Golfo, fue co-fundador del Programa
 de Estudios de la Paz y de Conflictos en UC Berkeley,
 y de la Coalición sobre Asesinatos Políticos (COPA).
 Su poesía ha tratado tanto su experiencia como
 su investigación. Su investigación más reciente 
se ha concentrado en las operaciones clandestinas
 de USA, su impacto en la democracia en casa y
 en el extranjero, y sus relaciones con el asesinato
 de John F. Kennedy y el narcotráfico global.
 El crítico de poesía Robert Hass escribió 
(Agni, 31/32, p. 335) «que Coming to Jakarta
 es el poema político más importante que haya
 aparecido en el idioma inglés desde hace mucho tiempo».
 El propio Kevin Fenton invocó el ejemplo del Safari Club para proponer una posible explicación del hecho que Richard Blee y Tom Wilshire utilizaban una «red paralela» para vigilar a al-Mihdhar y al-Hazmi en territorio estadounidense. Según Kevin Fenton, «retener las informaciones sobre Almihdhar et Alhazmi [sic] sólo tiene sentido si la CIA estaba vigilando a los dos hombres en los propios Estados Unidos, oficialmente o no» [22]. Sin embargo, pudiéramos analizar una tercera posibilidad. En efecto, el GID pudiera haber estado vigilando sus movimientos, lo cual correspondería a las afirmaciones del príncipe Bandar de que los servicios de seguridad sauditas habían «seguido activamente los movimientos de la mayoría de los terroristas [,] de manera detallada» [23].

 Joseph y Susan Trento oyeron decir a un ex oficial de la CIA –que había estado basado en Arabia Saudita– que «Hasmi y Mihdar eran ambos agentes sauditas» [24]. Si eso es cierto, es evidente que eran agentes dobles, que actuaban como terroristas (o se hacían pasar por terroristas) a la vez que actuaban como informantes (o se hacían pasar por informantes). En el campo del espionaje los agentes dobles son extremadamente valiosos y a veces útiles, pero confiar en ellos puede resultar peligroso –como lo demuestra el ejemplo de Ali Mohamed.

 Y así resultó para la CIA en relación con Arabia Saudita. En efecto, el GID respaldaba enérgicamente a al-Qaeda en países como Bosnia, en virtud de un acuerdo que estipulaba que esa organización yihadista «no interferiría en los asuntos políticos de Arabia Saudita ni de ningún otro país árabe» [25]. El ministro del Interior de Arabia Saudita, Nayef ben Abdelaziz, había negociado aquel compromiso con Osama ben Laden. El ISI pakistaní estaba mucho más activamente implicado con al-Qaeda y ciertos elementos de esa agencia de inteligencia probablemente se sentían más cercanos de los objetivos ideológicos de esa organización que del gobierno nominalmente laico de Pakistán.

 En todo caso, recurrir a informantes ilegales no sólo es peligroso y puede arrojar resultados imprevisibles sino que es además un factor de corrupción. En efecto, para desempeñar su papel los informantes tienen que violar la ley, y quienes los supervisan conociendo esa necesidad tienen que protegerlos absteniéndose a denunciarlos. También sucede, con demasiada frecuencia, que los supervisores se ven obligados a intervenir para evitar que los informantes sean arrestados por otras agencias. Así que los supervisores se convierten constantemente en cómplices de los crímenes de sus informantes [26].

 Incluso en las mejores circunstancias, la agencia interesada se ve obligada a decidir si autoriza al informante a perpetrar su crimen o si se lo impide, arriesgándose en ese último caso a que el informante deje de serle útil. Ante esa disyuntiva, las agencias tienden la mayoría de las veces a tomar decisiones contrarias al interés general.

 Un buen ejemplo de lo anterior es el primer atentado con bomba cometido contra el World Trade Center, en 1993. Es un caso interesante porque Khalid Sheikh Mohamed, el supuesto cerebro del 11 de septiembre, también estuvo entre los organizadores del atentado de 1993, entre los que se hallaba también Emad Salem, informante del FBI. Posteriormente, basándose en pruebas provenientes de las grabaciones de sus encuentros con el FBI, Salem declaró que el propio FBI había decidido –por propia iniciativa– no impedir el proyecto terrorista planeado contra el World Trade Center. Ralp Blumenthal escribió para el New York Times un detallado recuento de aquella acción, anterior al misterio del 11 de septiembre de 2001:

 «Se reveló a los funcionarios de las fuerzas del orden [el FBI] que había terroristas tratando de concebir una bomba, que fue finalmente utilizada para volar el World Trade Center. Pensaron frustrar a los malhechores sustituyendo secretamente los explosivos por una pólvora inofensiva, declaró un informante después del atentado.
Este [informante] supuestamente debía ayudar a los malhechores a fabricar la bomba y proporcionales la pólvora falsa, pero aquel plan fue anulado por un supervisor del FBI que tenía otras ideas sur la manera de utilizar al informante, [llamado] Emad A. Salem.

 Esta historia, sacada de la retranscripción de cientos de horas de grabaciones que el señor Salem realizó en secreto durante sus conversaciones con agentes de las fuerzas del orden, demuestra que las autoridades estaban en mejor posición de lo que dijeron en cuanto a tratar de frustrar los atentados con bomba del 26 de febrero contra los edificios más altos de todo Nueva York. La explosión mató a 6 personas, hirió a más de 1 000 y provocó daños que sobrepasaron los 500 millones de dólares. Cuatro hombres están siendo procesados ante la Corte federal de Manhattan por aquel ataque.» [27]

 Lo que hace aún más interesante el complot de 1993 es el hecho que, según varias fuentes, Emad Salem era un agente del servicio de inteligencia egipcio enviado a Estados Unidos para espiar las acciones de Omar Abdel Rahman, a quien llamaban el «jeque ciego» [28]. Es por lo tanto posible que el supervisor del FBI que tenía «otras ideas» sobre la manera de utilizar a Emad Saled fuese miembro de un equipo de enlace que no podía revelar lo que sabía a los demás agentes del FBI. Por ejemplo, es posible que ese supervisor estuviese al tanto de una posible negativa de la inteligencia egipcia a que se revelara la cobertura de Salem. Esa posibilidad es a la vez hipotética y problemática. Pero permite dar una explicación relativamente coherente a un comportamiento del FBI que puede calificarse como desconcertante.

 Esta explicación no excluye la posibilidad de que algunos funcionarios del FBI tuviesen motivaciones más siniestras para permitir la realización de atentados con bomba, y disimularlo posteriormente. En efecto, en aquel preciso momento, el jeque Omar Abdel Rahman era uno de los elementos centrales de un programa saudita muy sensible, en el que también participaban funcionarios estadounidenses. Aquel programa estaba destinado a reclutar y enviar combatientes muyahidín a Bosnia para luchar contra Serbia (incluyendo individuos, como Ayman al-Zawahiri, que posteriormente fueron acusados en el complot del 11 de septiembre) [29].

 Después de haber visto el comportamiento de los investigadores y de las autoridades judiciales, resulta evidente que cierto número de agencias estadounidenses no querían interferir en las actividades del jeque Rahman. Incluso después de su inculpación, en 1995, en un caso de asociación de malhechores con vista a cometer atentados contra varios monumentos de Nueva York, el gobierno de Estados Unidos siguió protegiendo a Ali Mohamed, que era un personaje crucial en ese caso.

 Peor todavía, el hecho que el FBI permitiera la realización de esos atentados con bomba forma parte de una serie de errores y de oportunidades no aprovechadas –todas vinculadas entre sí– que alcanzaron su clímax el 11 de septiembre de 2001. La serie comienza en 1991, con el asesinato de extremista judío Meir Kahane. En ese caso, el FBI y la NYPD [siglas en inglés del Departamento de Policía de Nueva York. NdT.] arrestaron a dos de los asesinos y después los soltaron, permitiendo así que participaran posteriormente en los atentados con bomba de 1993 contra el World Trade Center. Uno de los principales instructores de aquellos dos individuos era Ali Mohamed, quien por aquel entonces aún era miembro de las Fuerzas Especiales estadounidenses. Pero Patrick Fitzgerald, el fiscal a cargo del caso, evitó sistemáticamente que se diera a conocer públicamente el nombre de Ali Mohamed. En 1994, cuando Ali Mohamed fue arrestado en el aeropuerto de Vancouver por la Policía Montada de Canadá, el FBI intervino para obtener su liberación. Aquella iniciativa del FBI permitió que Mohamed viajara a Kenia, donde se convirtió en el principal organizador del atentado con bomba de 1998 contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi [30].

 Ali Mohamed fue finalmente arrestado por los estadounidenses en 1998, pero no fue encarcelado de inmediato. Es evidente que fue como hombre libre que Ali Mohamed confió sin reservas a Jack Cloonan, su contacto en el FBI, que él conocía al menos a 3 de los presuntos piratas aéreos del 11 de septiembre, y que incluso había ayudado a enseñarles cómo secuestrar aviones [31]. En un libro publicado en septiembre de 2011, Ali Soufan afirma que 12 años después de haber aceptado su culpabilidad, en mayo de 1999, Ali Mohamed seguía esperando su condena en 2011 [32].

 Lo anterior hace pensar que hay en Estados Unidos un grave problema de funcionamiento, muy anterior al 11 de septiembre. Se trata en realidad de un problema que ha seguido existiendo bajo las dos mayorías políticas. Las condiciones de confidencialidad garantizadas por las acreditaciones especiales no sólo impidieron que se conociesen las anomalías de funcionamiento –como demostraré más adelante– sino que contribuyeron a engendrarlas. La historia del espionaje demuestra que el poder, cuando se ejerce en la esfera de las actividades ilegales, se convierte poco a poco en una fuerza contraria al poder público democrático [33]. Mientras más restringido es el grupo de planificadores especiales que dispone de sus propias acreditaciones, menos posibilidades hay de que sus decisiones correspondan a las exigencias de las legislaciones nacionales e internacionales, y menos aún a la moral y al sentido común.

 Agréguense a esas ambiguas condiciones de confidencialidad las relaciones fundamentalmente malsanas y corruptas que mantienen las agencias de inteligencia estadounidenses con las de Arabia Saudita y Pakistán. Esas relaciones han sido hasta ahora profundamente antidemocráticas, tanto en Asia como en nuestro país. Mediante un mecanismo de reciclaje de riquezas, la dependencia estadounidense del petróleo saudita ha subvencionado en realidad una propagación del islamismo por todo el mundo. Al mismo tiempo, el dinero que el 99,9% de los estadounidenses paga por su gasolina y su gas genera sumas gigantescas, sumas que los sauditas reciclan en las instituciones financieras del 0,1% que conforma la cúpula dominante en Wall Street.

 De la misma manera, la oscura relación de Estados Unidos con el ISI pakistaní dio lugar a un considerable aumento del tráfico internacional de droga, esencialmente gracias a los clientes afganos de la CIA y del ISI [34]. En resumen, el mal funcionamiento burocrático que ya mencionamos al referirnos al 11 de septiembre es síntoma de un problema mayor. Ese problema tiene su principal origen en la relación que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudita, con Pakistán y –a través de esos países– con el resto del mundo.

Los acuerdos de enlace y la protección de Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi

 Aún sin entrar a tener en cuenta el sugestivo precedente del atentado con bomba de 1993 contra el World Trade Center, resulta totalmente justificado pensar que ciertos acuerdos de enlace hayan podido impedir el arresto de Khaled al-Mihdhar y de Nawaf al-Hazmi. Analicemos, en primer lugar, lo que descubrió Kevin Fenton: «Es evidente que esas informaciones [sobre los dos individuos] no fueron retenidas como resultado de una sucesión de incidentes extraños sino de forma intencional» [35]. Yo pienso que se trata de un descubrimiento importante e irrefutable. Pero no podemos estar tan seguros de la explicación que propone Fenton, según la cual «el objetivo de la retención de información era en lo adelante permitir el desarrollo de los ataques» [36].

 En realidad, yo pienso que tras esa intención hay cierto número de posibilidades, que van desde la explicación relativamente inocente (los bloqueos provocados por un acuerdo de enlace) hasta la más espantosa. Antes de analizarlas tenemos que estudiar la noción de «permitir el desarrollo de los ataques». Es evidente que si los presuntos piratas aéreos no eran arrestados en las puertas de embarque de los aeropuertos, la consecuencia sería que habría muertos. ¿Pero cuántos? Recordemos que en los documentos de la operación Northwoods [37], sobre la planificación de ataques bajo bandera falsa [Las operaciones “bajo bandera falsa” (false flag) son provocaciones organizadas y realizadas secretamente con la intención premeditada de atribuirlas al adversario. NdT.] que debían justificar una intervención militar contra Cuba, varios responsables del Comité de Jefes de Estados Mayores Interarmas (JCS) habían escrito: «Podríamos desarrollar una campaña de terrorismo [falsamente atribuida a los comunistas de Cuba]» durante la cual «podríamos hundir un barco lleno de cubanos» [38]. ¿Sería acaso muy diferente a eso la pérdida de 4 aviones comerciales llenos de pasajeros?

 Por supuesto, la dimensión trágica del 11 de septiembre se vio considerablemente amplificada cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono. A pesar de ello es posible pensar que las personas que estaban al corriente del acuerdo de enlace sobre los dos sauditas no pensaran que dichos individuos fuesen capaces de concretar algo de aquellas proporciones. Debemos recordar que las lecciones de vuelo que recibieron, a pesar de ser simplemente a bordo de un Cessna, fueron tan desastrosas que terminaron prematuramente. El instructor les dijo que «simplemente no estaban hechos para pilotear» [39].

 Permítanme sugerir que los ataques del 11 de septiembre se dividen en 3 etapas diferentes: los secuestros aéreos, los estrellamientos contra los edificios y los sorprendentes derrumbes de 3 edificios del World Trade Center. Es posible que el equipo de enlace del «grupo Alec Station» previera solamente la primera etapa, sin imaginarse la existencia de las 2 etapas siguientes.


 Una explicación inicial de las retenciones de información sobre dos de los presuntos piratas aéreos –explicación a la vez simple y menos retorcida– sería la hipótesis que yo propuse en el caso de Emad Salem: las restricciones de acceso a la información impuestas por la existencia de las acreditaciones especiales requeridas en el marco de un acuerdo de enlace. Sin embargo, al igual que en 1993, los poderes secretos constituidos tras la muralla de las acreditaciones restrictivas podían utilizarse para alcanzar otros objetivos. La peligrosa situación creada entonces –o sea, la existencia de posibles piratas aéreos protegidos del arresto precisamente en momentos en que se esperaba un ataque– pudiera haber incitado a ciertos individuos a explotar las condiciones de secreto ya creadas como una oportunidad para planificar un incidente necesario para justificar la guerra. Hay que subrayar entonces un importante parecido entre el 11 de septiembre y el falso segundo ataque del Golfo de Tonkín, en agosto de 1964, utilizado para justificar la agresión contra Vietnam del Norte. Efectivamente, al igual que en aquella época, existía en la cumbre del Estado una poderosa facción que estaba decidida a desencadenar una acción militar unilateral. Se trata de la camarilla del PNAC, que maniobraba en 2001 en el seno del gobierno de Estados Unidos [40].

 Uno de los indicios de esa siniestra intención es el hecho que el modelo de disimulación que detalla Kevin Fenton no se limita a los dos sauditas y a sus supervisores de la estación de la CIA. También podemos comprobar una cadena de retenciones de información por parte de otras agencias. Para ser más precisos, se trata de las informaciones del grupo Able Danger que fueron destruidas por el SOCOM y de la disimulación –que evidentemente cometió la NSA– de una intercepción importante, que aparentemente tenía que ver con los presuntos piratas aéreos y con Zacarias Mussaui [41].
  Si en aquel entonces la NSA disimulaba información a los responsables interesados, se trataría de un comportamiento que recuerda el papel de esa agencia en tiempos del segundo incidente de Tonkín, en agosto de 1964. En un momento crucial, la NSA envió 15 segmentos de ROEM (datos de inteligencia de origen electromagnético) que indicaban –equivocadamente– un supuesto ataque de los norvietnamitas contra dos destructores estadounidenses. Al mismo tiempo, la NSA disimuló 107 segmentos de ROEM que demostraban –con toda exactitud– que no se había producido ningún acto hostil de parte de los norvietnamitas [42]. En aquella época, el comportamiento de la NSA encontraba su eco en la CIA. Ambas agencias estaban conscientes de la existencia de un poderoso consenso en el seno de la administración Johnson. En efecto, dicha administración ya había decidido que era necesario provocar a Vietnam del Norte con la esperanza de crear una oportunidad para una respuesta militar [estadounidense. NdlR.] [43].

 Gracias a numerosos relatos provenientes de fuentes internas de la administración Bush, sabemos que antes del 11 de septiembre existía también en la cúpula del Estado un poderoso consenso a favor de la guerra. Ese consenso orbitaba alrededor de Dick Cheney, de Donald Rumsfeld y de la llamada facción del PNAC (el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano), que antes de la elección de George W. Bush había desarrollado un enérgico cabildeo a favor de una acción militar contra Irak.

 Sabemos también que la inmediata respuesta de Rumsfeld a los atentados del 11 de septiembre fue proponer un ataque contra Irak, y que la planificación de ese ataque se inició el 17 de septiembre de 2001. Es por lo tanto necesario analizar la posibilidad de que los individuos que protegieron a los presuntos piratas aéreos hayan podido compartir esas ambiciones guerreristas [44].



[1] El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre minimizó la importancia de al-Bayumi (ver 9/11 Commission Report, pp.217-18). Pero el Informe de la Comisión Mixta del Congreso encargada de investigar lo sucedido el 11 de septiembre, a pesar de seguir estando considerablemente censurado, nos ofrece información que corrobora lo anterior (pp.173-77). Esa información incluye un informe que indica que Basnan organizó una fiesta para el «jeque ciego» Omar Abdel Rahman, implicado en el primer atentado con bomba contra el World Trade Center, cometido en 1993.

[2] Inicialmente, al igual que otros observadores, yo sospeché que aquellos 2 hombres eran agentes dobles sauditas. También es posible que hayan sido enviados a Estados Unidos como objetivos designados para ser vigilados individualmente o los dos a la vez por los sauditas y los estadounidenses. Uno de mis pocos desacuerdos con Kevin Fenton aparece cuando él llama a al-Mihdhar «uno de los agentes más experimentados [entre los piratas aéreos]» (Fenton, Disconnecting the Dots, p.205). A mí me parece, por el contrario, que al-Mihdhar era un espía inexperimentado o incompetente o que se exponía deliberadamente para poner a prueba la capacidad de respuesta estadounidense.

[3] Summers, Eleventh Day, p.396.

[4] 9/11 Commission Report, p.184.

[5] Steve Coll, Ghost Wars: the secret history of the CIA, Afghanistan, and bin Laden, from the Soviet invasion to September 10, 2001 (Penguin, New York, 2004), pp.456-57.

[6] Thomas E. Ricks y Susan B. Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001.

[7] Ricks y Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001.

[8] Michael Klare, Blood and Oil (Metropolitan Books/Henry Holt, New York, 2004), pp.135-36; citando a R. Jeffrey Smith, «U.S. Leads Peacekeeping Drill in Kazakhstan», Washington Post, 15 de septiembre de 1997. Cf. Kenley Butler, «U.S. Military Cooperation with the Central Asian States», 17 de septiembre de 2001.

[9] En 1957, como joven diplomático canadiense, yo mismo tuve a mi disposición un acceso especial, que era una acreditación de un nivel superior al «top secret», para consultar datos de inteligencia de la otan –un enlace relativamente abierto y directo.

[10] Para el recuento de Ali Mohamed, ver Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.213-225 (capítulo 8).

[11] Ibidem, 158; citando a John Berger, «Unlocking 9/11: Paving the Road to 9/11»: «Ali Mohamed fue una de las principales Fuentes del tristemente célebre Contacto Presidencial Cotidiano (PDB, siglas en inglés de Presidential Daily Briefing) del 6 de agosto de 2001 titulado ‘Ben Laden decidido a atacar Estados Unidos’.» En mi opinión, el PDB, frecuentemente citado como un ejemplo del buen resultado de la CIA, ilustra probablemente la forma como la CIA preparaba lo que se convertiría de antemano en los de los controles post 11 de septiembre. Sin mencionar su nombre, el PDB se refiere 3 veces a Ali Mohamed describiéndolo como una amenaza, a pesar de que este se hallaba bajo control de las autoridades federales y en espera de ser condenado debido a su papel en los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses. En otras palabras, el PDB parece haber sido redactado para adornar los archivos, al igual que el trabajo de Wilshire en el FBI, durante aquel mismo mes de agosto de 2001.

[12] John Berger, Ali Mohamed, p.20 (Cloonan); 9/11 Commission Report, p.261 (PDB).

[13] James Risen, New York Times, 31 de octubre de 1998; dans Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.439-41.

[14] Raleigh News and Observer, 13 de noviembre de 2001; en Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.440-41. Yo agregué la palabra «ejército». El Cuartel General del USSOCOM está en Fort MacDill, una base aérea de la US Air Force en la Florida.

[15] Dana Priest y William M. Arkin, «‘Top Secret America’: A look at the military’s Joint Special Operations Command», Washington Post, 2 de septiembre de 2011.

[16] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.168-69; Summers, Eleventh Day, p.371, p.550.

[17] Ibidem, p.372.

[18] Scott, American War Machine, p.161; Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.101-03.

[19] Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, oil, and fundamentalism in Central Asia (Yale UP, New Haven CT, 2000), p.129.

[20] John Prados, Safe for Democracy, p.489; conversación en Scott, American War Machine, pp.12-13.

[21] James Risen, State of War: the secret history of the CIA and the Bush administration (Free Press, New York, 2006), pp.188-89.

[22] Fenton, Disconnecting the Dots, p.104.

[23] Summers, Eleventh Day, p.397.

[24] Joseph J. y Susan B. Trento, citados por Summers, Eleventh Day, p.399. Desde que présenté este ensayo en la conferencia internacional de Toronto el 11 de septiembre de 2011, «Bob Kerrey [, ex senador] por Nebraska, un demócrata miembro de la […] Comisión sobre el 11 de Septiembre, [declaró] en un testimonio bajo juramento […] que ‘importantes interrogantes [seguían] sin respuestas’ en cuanto al papel de las instituciones sauditas. ‘Nunca se siguieron verdaderamente las pruebas que indicaban una posible implicación de agentes del gobierno saudita en los ataques del 11 de septiembre’, declaró el señor Kerrey» («Saudi Arabia May Be Tied to 9/11, 2 Ex-Senators Say», New York Times, 29 d febrero de 2011.). Para más información sobre ese caso, no mencionado por la prensa francesa, ver «11-Septembre: Deux anciens sénateurs US déposent sous serment et mettent en cause l’Arabie Saoudite (+ Vidéo)», ReOpen911, 5 de marzo de 2012.

[25] Wright, Looming Tower, p.161; citado por Summers, Eleventh Day, p.216.

[26] Ese tipo de corrupción es previsible y está muy extendida. En los célebres ejemplos de Gregory Scarpa y Whitey Bulger, agentes del FBI destacados en las oficinas de Nueva York y de Boston fueron acusados de proporcionar a sus informantes de la mafia informaciones que dieron lugar a asesinatos de testigos y de rivales. Los agentes del antiguo Buró de Estupefacientes (FBN, siglas del Federal Bureau of Narcotics) en Nueva York se implicaron tanto en el tráfico de droga de sus informantes que hubo que cerrar el FBN y reorganizarlo.

[27] Ralph Blumenthal, «Tapes Depict Proposal to Thwart Bomb Used in Trade Center Blast», New York Times, 28 de octubre de 1993, acentuación agregada. Al día siguiente, el Times publicó una pequeña corrección: «Las transcripciones de las cintas secretamente grabadas por un informante, Emad A. Salem, muestran que este último había advertido al gobierno que se estaba fabricando una bomba. Sin embargo, las transcripciones no permiten determinar claramente si las autoridades federales sabían que el blanco era el World Trade Center.»

[28] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.205-06.

[29] Peter Dale Scott, «La Bosnie, le Kosovo et à présent la Libye: les coûts humains de la collusion perpétuelle entre Washington et les terroristes», Mondialisation.ca, 17 de octubre de 2011. Evan Kohlmann describió como una oficina de Zagreb, abierta para ayudar a los yihadistas respaldados por Arabia Saudita en Bosnia, recibía «directamente todas sus órdenes y sus fondos de la principal oficina de al-Kifah en Estados Unidos, situada en Atlantic Avenue [en Brooklyn] y controlada por el jeque Omar Abdel Rahman» (Evan Kohlmann, Al-Qaida’s Jihad in Europe, pp. 39-41; citando a Steve Coll y Steve LeVine, «Global Network Provides Money, Haven», Washington Post, 3 de agosto de 1993).

[30] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.215-16, pp.440-41; citando el artículo «Canada freed top al-Qaeda operative», Globe and Mail de Toronto, 22 de noviembre de 2001.

[31] Scott, ibidem, pp.213-225 (capítulo 8).

[32] Ali Soufan, The Black Banners, pp.94-95, p.561.

[33] La corrupción parece ser inevitable para las superpotencias –Estados que han acumulado un poderío excesivo en relación con lo que en realidad se requiere para garantizar su defensa. Ese proceso es menos perceptible en Estados menos poderosos, como Canadá.

[34] Peter Dale Scott, «America’s Afghanistan: The National Security and a Heroin-Ravaged State», Asia-Pacific Journal: Japan Focus, N°20, 18 de mayo de 2009. Cf. «U.S. looks into Afghan air force drug allegations», CNN, 8 de marzo de 2012: «Estados Unidos está investigando sobre acusaciones contra miembros de la fuerza aérea afgana, que habrían utilizado sus aviones para transportar droga, según declaró el jueves un vocero del ejército estadounidense. Los investigadores quieren saber si esas acusaciones de tráfico de droga, inicialmente reportadas en el Wall Street Journal, tienen relación con el tiroteo en el que murieron 8 oficiales de la US Air Force en el aeropuerto de Kabul, la capital afgana. ‘Estamos verificando las acusaciones sobre uso indebido de aparatos de AAF’, declaró el teniente coronel Tim Staufer, refiriéndose a las alegaciones según las cuales el equipamiento de la fuerza aérea afgana ha sido utilizado en el transporte ilegal de armas y droga.»

[35] Fenton, Disconnecting the Dots, p.310.

[36] Ibidem, p.371, cf. p.95.

[37] Ver «Quand l’état-major américain planifiait des attentats terroristes contre sa population», por Thierry Meyssan, y «Document déclassifié: L’Opération Northwoods (1962)», Réseau Voltaire, 5 de noviembre de 2001.

[38] Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), «Courses of Action Related to Cuba (Case II)» ; citado en Scott, American War Machine, p.196.

[39] Washington Post, 30 septiembre de 2001; en Summers, Eleventh Day, p.293; cf. 9/11 Commission Report, pp.221-22.

[40] Ver Scott, American War Machine, pp.199-203.

[41] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.360-61, p.385. Es evidente que también hubo retención de información en las altas esferas del Comando Mixto Interarmas (USJFCOM, siglas de US Joint Forces Command): «El vicealmirante Martin J. Meyer, comandante en jefe adjunto (DCINC) del USJFCOM, fue uno de los responsables que asistieron al contacto del DO5 [una unidad de inteligencia del USJFCOM a cargo de la vigilancia del terrorismo contra Estados Unidos]. […] Sin embargo, dos semanas antes del 11 de septiembre, a pesar de las alertas emitidas durante aquel contacto, Meyer habría dicho al mayor general Larry Arnold –el comandante del NORAD para la región continental de Estados Unidos (CONR)– y a otros altos responsables del CONR que sus inquietudes sobre Osama ben Laden como posible amenaza para Estados Unidos eran infundadas y que, para citarlo, ‘todo el mundo dejara simplemente de mirar la CNN, no existiría una amenaza llamada Osama ben Laden’» (Jeffery Kaye y Jason Leopold, «EXCLUSIVE: New Documents Claim Intelligence on Bin Laden, al-Qaeda Targets Withheld From Congress’ 9/11 Probe», Truthout.org, 13 de junio de 2001).

[42] Scott, American War Machine, p.201.

[43] Ibidem, pp.200-02.

[44] Mark Selden ha descrito el proceso de «la exacerbación de las pasiones nacionalistas provocadas por ataques provenientes de no se sabe dónde» como el elemento que ha «respaldado el ‘modo de guerra americano’ desde 1898» (Mark Selden, «The American Archipelago of Bases, Military Colonization and Pacific Empire: Prelude to the Permanent Warfare State», que será publicado en 2012, International Journal of Okinawan Studies).

Peter Dale Scott
Peter Dale Scott, ex diplomático canadiense y profesor de inglés en la Universidad de California, es poeta, escritor e investigador. Sus principales libros de poesía son los tres volúmenes de su trilogía: Seculum: Coming to Jakarta: A Poem About Terror (1989), Listening to the Candle: A Poem on Impulse (1992), y Minding the Darkness: A Poem for the Year 2000. Además ha publicado: Crossing Borders: Selected Shorter Poems (1994). En noviembre de 2002 recibió el Premio Lannan de Poesía. Como orador contra la guerra durante las guerras de Vietnam y del Golfo, fue co-fundador del Programa de Estudios de la Paz y de Conflictos en UC Berkeley, y de la Coalición sobre Asesinatos Políticos (COPA). Su poesía ha tratado tanto su experiencia como su investigación. Su investigación más reciente se ha concentrado en las operaciones clandestinas de USA, su impacto en la democracia en casa y en el extranjero, y sus relaciones con el asesinato de John F. Kennedy y el narcotráfico global. El crítico de poesía Robert Hass escribió (Agni, 31/32, p. 335) «que Coming to Jakarta es el poema político más importante que haya aparecido en el idioma inglés desde hace mucho tiempo».


(Continuará…)

Fuente: Red Voltaire.

Durmiendo con el enemigo: «La CIA es la mayor organización criminal»

 La Agencia de Inteligencia Central estadounidense (CIA, por sus siglas en inglés) es calificada como uno de los mayores organismos perversos conocidos en el mundo.

 Esta entidad es «una organización fuera de la ley y es probablemente la mayor organización criminal que el mundo ha conocido», aseguró el jueves el galardonado periodista estadounidense y activista pro derechos civiles Sherwood Ross.

«Tenemos esta gran organización criminal, dirigida por el Gobierno de Estados Unidos. Esto es un crimen contra la humanidad», agregó Ross a la cadena PressTV.

 Uno de los artículos del periodista norteamericano publicado en Veterans Today, compara el servicio de inteligencia estadounidense con organizaciones de extrema derecha, como el Ku Klux Klan (KKK) que promovía principalmente la xenofobia, así como homofobia y racismo.


 Aseguró que las dos entidades comparten la idea de la supremacía de la raza blanca, pero la CIA lo utiliza bajo el pretexto del terrorismo.

 El activista revela que la CIA comete los mismos crímenes espantosos contra extranjeros que el KKK, la única diferencia es que el KKK estaba integrado por vigilantes autoproclamados que se consideraban fuera de la ley, pero la CIA es una agencia del Gobierno estadounidense.

 La CIA, que desde su creación hasta ahora ha tenido diferentes objetivos, se encarga de la recopilación, el análisis y el uso de «inteligencia», mediante el espionaje, ya sean a gobiernos, corporaciones o individuos, que puedan afectar la seguridad nacional del territorio estadounidense.

 Sherwood Ross ha sido publicista y reportero para el Chicago Daily News y ha trabajado como columnista de la agencia Reuters. También ha sido consultor de medios de comunicación en universidades, colegios de abogados, sindicatos y de editores de más de 100 revistas estadounidenses.

Fuente: Red Voltaire.

A Estados Unidos lo mata la ironía: el anillo de Obama llevaría inscrita la frase "No hay más dios que Alá".

 A tres semanas de las elecciones presidenciales en EE.UU. el presidente Barack Obama vuelve a encontrarse en el epicentro de un nuevo escándalo por culpa de su anillo que -según un portal- podría llevar inscrito un lema del Islam.

 En unas fotos del presidente Obama que aparecieron en Internet esta semana se aprecia claramente el anillo nupcial del mandatario y, en concreto, una inscripción que supuestamente reza: “No hay más dios que Alá”. Las imágenes han despertado de nuevo un debate en la sociedad estadounidense sobre la fe que profesa Obama.


 El sitio independiente WND, que ha dedicado un reportaje al enigmático anillo de Obama, sostiene que el presidente usa este adorno ya durante más de 30 años, y que la inscripción que contiene podría hacer referencia a su verdadera fe. La web afirma que existen evidencias de que Obama usaba este anillo desde 1980, es decir, incluso en su etapa de soltero.

  De acuerdo con el escritor Mark A. Gabriel, autor entre otros libros de 'Viaje a la mente de un terrorista islámico', la principal fórmula del Islam tiene dos partes: "No hay más dios que Alá", y "Mahoma es el profeta de Dios". Según el experto, la segunda parte de la inscripción podría encontrarse en la parte interior del anillo.   

  La Casa Blanca no ha hecho comentarios en relación a estas especulaciones. Durante la campaña prelectoral de 2008, sobre Obama se cernieron sospechas de que profesaba el Islam, después de lo cual se vio obligado a declarar que era cristiano.

  No obstante, la sociedad estadounidense no ha salido de dudas. A  finales de septiembre la cantante Madonna desconcertó a su audiencia al declarar: “Tenemos a un negro musulmán en la Casa Blanca. Eso es... una mierda increíble”. Pero Madonna no es la única confundida sobre la religión que profesa el presidente de EE.UU. Según una encuesta de Gallup realizada a principios del verano pasado, el 11 % de los estadounidenses realmente piensa que Obama es musulmán.

Fuente RT.

A 50 años de la crisis de los misiles: La guerra nuclear que nunca estalló.

 Se cumplen cincuenta años de la crisis de los misiles cubanos que llevó la tensión entre la URSS y EE.UU. hasta el máximo.

  José Testón ha vivido en este lugar los últimos 20 años. A primera vista, es una zona rural como cualquiera; sin embargo, este agricultor cubano cree que como esta no hay otra tierra en toda la isla.

 “Para mí la importancia que tiene eso fue que ahí era la protección de Cuba por la Unión Soviética. Entonces yo creo que es un lugar histórico”, opina José.

 En 1962 en Pinar del Río, provincia occidental de Cuba, se alojaba uno de los regimientos soviéticos que se habían desplazado para proteger la isla de una posible invasión norteamericana. En aquel entonces, la Mayor de las Antillas era un joven Estado socialista que acaba de resistir un intento de cambio de poder. Tras el fracaso en la playa Girón, Washington empezó a preparar una nueva operación.

 Cuenta Néstor García Iturbe: “Los planes eran después de la derrota de playa Girón venir a invadir, pero con el Ejército de Estados Unidos y las fuerzas armadas de Estados Unidos. Por eso se hizo una operación por parte de la CIA, que se llamó la operación Mangosta, para tratar de matar a los dirigentes nuestros, principalmente a Fidel, y habiendo ya acabado con nuestro Gobierno, poder invadir, según creían ellos, con mayor facilidad”.

 Los dirigentes de la Unión Soviética estaban encantados de tener a un aliado del campo socialista en pleno hemisferio occidental y también querían avanzar en la llamada carrera armamentista. Para apoyar a los revolucionarios, Moscú les ofreció desplegar misiles nucleares en su territorio de forma secreta. Fidel Castro estaba en contra de esta operación, pero finalmente accedió. A Moscú le tocaba trasladar a unos 40.000 militares junto a los arsenales atómicos por el océano Atlántico sin que la CIA lo notara.

 Según el general retirado de servicios secretos rusos Nikolái Leónov, “no tenían derecho a salir a cubierta para coger aire. Pequeños grupos salían cuando otros entraban. Pero para ello los soldados se ponían blusas de mujeres y pañuelos para imitar a campesinos. En las cubiertas estaban las máquinas combinadas para recoger trigo, tractores y todo lo que pudiera engañar a los pilotos norteamericanos”.

 Al fin los soviéticos lo lograron. Y los estadounidenses consiguieron detectar los misiles poco más de un mes después de que estos arribaran a la isla. En el Pentágono estalló el pánico. Era la primera vez que los norteamericanos se encontraban ante una amenaza real de su seguridad nacional.

 Las ojivas llegadas de la Unión Soviética a Cuba podrían haber causado una explosión decenas de veces más fuerte que las de Hiroshima y Nagasaki, en las que murieron más de 200.000 personas. Cualquier imprudencia diplomática durante la crisis de los misiles de 1962 podría haber provocado la guerra nuclear, que hubiera sido el último enfrentamiento bélico de la humanidad.

 Por lo visto, tanto en Moscú, como en Washington se dieron cuenta de esto. Entre el Kremlin y la Casa Blanca se trazó una línea especial de comunicación para que los líderes de ambos países pudieran comunicarse con el fin de resolver la situación crítica.

 "Ambos líderes se dieron cuenta de que las cosas empezaban a quedar fuera del control y tuvieron que pararlo. Los dos estaban dispuestos a sacrificar en alguna medida su propia carrera política para alcanzar un acuerdo que les posibilitara salvar las apariencias”, cuenta Philip Brenner, profesor de la Universidad Americana.

 El apogeo de la crisis vino después de que los servicios antiaéreos derribaran el avión-espía estadounidense U2 que sobrevolaba territorio cubano. Al entender que estaban a un paso de la guerra, el líder soviético Nikita Jruschov le ofreció al presidente John Kennedy el desmantelamiento de las bases en Cuba a cambio de la garantía de que Estados Unidos no invadiría a la isla caribeña y retiraría sus misiles Júpiter de Turquía, que amenazaban al territorio de la URSS. El presidente norteamericano aceptó las condiciones y así se cerró el capítulo del episodio más crítico de la guerra fría.

Fuente RT

martes, 9 de octubre de 2012

La guerra en Afgani$tán: la mayor coalición militar de la historia movilizada por el imperio del dólar.

 La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se ha convertido en el primer ejército global nunca antes visto en la historia de la humanidad. Nunca antes hubo soldados de tantos diferentes países o estados en el mismo teatro de guerra, mucho menos ocupando e invadiendo una misma nación. En el octavo aniversario de la invasión de EE.UU. a Afganistán, el mundo es testigo de un conflicto armado del siglo XXI emprendido por la coalición militar reunida más grande de la historia.

 Con los recientes avisos de que nuevas tropas de diversas naciones —Colombia, Mongolia, Armenia, Japón, Corea del Sur, Ucrania y Montenegro— se unirán a las fuerzas de otros 45 países bajo el comando OTAN de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, pronto en Afganistán habrá personal militar de 50 naciones y cinco continentes sirviendo bajo una estructura de mando unificado.

 La cumbre del aniversario 50 de la OTAN en Washington, D.C., en 1999, dio la bienvenida a la primera expansión del único bloque militar del mundo en la era posguerra fría, con la absorción de los antiguos «enemigos» miembros del Pacto de Varsovia: República Checa, Hungría y Polonia. Dos años más tarde, después de los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, D.C., la OTAN activó el Artículo 5 de la Organización, que reza: «Los miembros están de acuerdo en que un ataque armado contra uno o más de ellos, en Europa o en Norteamérica, será considerado un ataque contra todos».

 El propósito principal, que invocó entonces la cláusula de ayuda mutua de la OTAN, fue reunir un bloque militar de 19 naciones para invadir y ocupar Afganistán, además de colocar tropas, aviones de combate y bases en el centro y sur de Asia, incluyendo Kirguistán, Paquistán, Tayikistán y Uzbekistán. También la OTAN consiguió los derechos de paso aéreo sobre Kazajistán y Turkmenistán, y adquirió nuevas bases aéreas en Bulgaria y Rumania, utilizadas desde entonces para el tránsito de tropas y armas a la zona de guerra afgana.

 La guerra contra Yugoslavia en 1999 fue la primera operación aérea de la OTAN «fuera del área», es decir, fuera de Norteamérica y de las naciones europeas de la Alianza. La emprendida contra Afganistán marcó su transformación en una máquina de combate para la guerra global. Sus funcionarios ahora emplean términos tales como «global», «expedicionaria» y «siglo XXI» para describir a la Organización y sus operaciones.

 Los miembros de esta coalición con tropas desplegadas en Afganistán incluyen a Bulgaria, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, así como a diez naciones europeas que nunca antes habían sido parte de un bloque militar: Austria, Bosnia, Finlandia, Irlanda, Macedonia, Malta, Montenegro, Serbia, Suecia y Suiza. Los 28 miembros iniciales de la OTAN también tienen tropas en Afganistán.

 Los nuevos miembros fueron preparados para su completa adhesión al bloque militar, bajo el programa «Sociedad por la Paz» (Partnership for Peace, PfP), que exige interoperabilidad con el armamento (desechando las armas de la Rusia contemporánea y del fenecido Pacto de Varsovia, para favorecer a las occidentales).

 Para los futuros miembros, ello trae como consecuencia un incremento del gasto militar del 2 % de su presupuesto nacional, sin importar cómo afecte económicamente a la nación signataria la expulsión del personal «políticamente no confiable» de las fuerzas militares, de la defensa y seguridad, el entrenamiento en academias militares OTAN en el extranjero, el establecimiento de estos países como sede de ejercicios militares de EE.UU. y la instrucción al cuerpo de oficiales en un idioma común —el inglés— para las operaciones conjuntas de ultramar.

 Al cumplirse el noveno año del calendario de guerra en Afganistán, y ahora con su extensión a Paquistán, el historial de la Organización del Tratado del Atlántico Norte registra despliegues militares comunes, antiguos y actuales, en Bosnia, Albania, Kosovo, Macedonia, Djibouti, Irak, Kuwait, Jordania, Sudán y en aguas somalíes. La OTAN tiene fuerzas en el Cuerno de África, sobre todo en Camp Lemonier, Djibouti, donde ha conducido operaciones de vigilancia marítima y de embarque. El otoño pasado se desplegó su primer grupo de trabajo naval en la costa de Somalia.


 En la cumbre de 2004, celebrada en Turquía, la Organización también aumentó su diálogo mediterráneo, cuyos interlocutores son Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Mauritania, Marruecos y Túnez, y con la llamada Iniciativa de Cooperación de Estambul, situaron infraestructura militar en los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo: Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos; este último es el único estado árabe que hasta la fecha tiene tropas en Afganistán.

 La guerra afgana ha llevado a otra categoría de asociación OTAN, llamada Países de Contacto, que hasta ahora incluye oficialmente a Australia, Japón, Nueva Zelandia y Corea del Sur.

 La Alianza también tiene una Comisión Tripartita con Afganistán y Paquistán para la prosecución de una peligrosa expansión de la guerra en Asia del Sur, y los líderes de defensa, militares y políticos de ambas naciones son regularmente convocados a las oficinas de la OTAN en Bélgica para participar en reuniones y recibir directivas.

 Los soldados afganos y paquistaníes son entrenados en bases de la OTAN en Europa. Del 20 al 24 de julio de 2009 un seminario de contrainsurgencia reunió en Atlanta, Georgia, a líderes de alto rango de las fuerzas armadas de EE.UU. y Paquistán. El coronel Daniel Roper, director del Centro de Contrainsurgencia del Ejército y el Cuerpo del Marines de EE.UU., resumió las memorias del encuentro: «Esta semana presentamos algunas doctas lecciones sobre contrainsurgencia, que utilizamos para estimular la conversación. Tomamos nuestras experiencias anteriores en Irak y las aplicamos a nuestro estado actual.

 También intercambiamos con profundidad nuestros puntos de vista sobre los desafíos en Afganistán, Paquistán y Asia del Sur». Esta última, tratada «con profundidad», incluye no solo a Afganistán y Paquistán, sino a la India, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka.

 En la mayor guerra afgana de Occidente no solo está incluida «Asia del Sur “con profundidad”», sino también Asia Central y la Cuenca del Mar Caspio. En ambas áreas ya hay naciones actualmente involucradas en el abastecimiento de bases de fuerzas de EE.UU. y OTAN (Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán) y las redes de la Organización están absorbiendo con fuerza a esas tropas de abastecimiento y servicios auxiliares. El 7 de agosto de 2009, el entonces jefe del Pentágono, Robert Gates, expresó su satisfacción porque Kirguistán, que a principios de ese mismo año desalojó a las tropas de EE.UU. y la OTAN de la base aérea de Manas, tras saborear el soborno, permitió que los militares estadounidenses condujeran otra vez su tránsito a través de la misma base. El nuevo arreglo «permitirá a EE.UU. y a Kirguistán continuar sus relaciones militares altamente productivas creadas anteriormente».

 Asimismo, la influencia de Kazajistán, miembro de la «Asociación para la Paz», por parte del Pentágono y la OTAN, insertaría simultáneamente una presencia militar occidental hostil en las fronteras de Rusia y China.

 En el vecino de Kazajistán hacia el sur de la Cuenca del Mar Caspio, o sea, Turkmenistán, el Pentágono no ha sido menos activo últimamente. A finales de julio, el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, William Burns, anunció la creación de una estructura descrita como comisión intergubernamental para consultas regulares con Turkmenistán, que «marcan progresos en la contribución a la estabilidad en Afganistán y a través de la región».

 Turkmenistán se está desarrollando calladamente como un importante centro de transporte para abastecer a la red septentrional, que comenzó a utilizarse para suplir de materiales no letales a las fuerzas de EE.UU. y de la OTAN en Afganistán.

 Recientemente se anunció que Mongolia enviaba un contingente inicial de 130 soldados para servir en Afganistán bajo la OTAN.

 El involucramiento de Mongolia en Irak y Afganistán ha ayudado a cimentar su alianza con Estados Unidos. Junto con Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán, la guerra en Asia del Sur está siendo explorada por Washington y Bruselas para imponer sus estructuras militares en naciones vecinas de Rusia y China, a fin de cercar mejor a dos de los principales competidores de Occidente en esa región y en el mundo.

 La guerra afgana no es ninguna guerra cualquiera. El ejército alemán ha podido entablar sus primeras operaciones de combate desde la derrota del Tercer Reich en 1945; también los soldados finlandeses entraron en combate por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial y las fuerzas suecas, tras un período de casi 200 años. El único beneficiario de esta conflagración es la tan rápidamente emergente OTAN global.

Por Rick Rozoff - Fuente: Red Voltaire.